sexta-feira, 6 de maio de 2011

Um poeta do amor

Dois amantes felizes não têm fim nem morte,
nascem e morrem muitas vezes enquanto vivem,
têm a eternidade da natureza.
(Pablo Neruda)

Esperava encontrar no livro de memórias do poeta chileno Pablo Neruda um relato apaixonado de suas experiências amorosas. Afinal, Neruda é geralmente lembrado por seus ardentes poemas de amor. No entanto, o que encontrei em Confesso que vivi foi o relato apaixonado de sua luta política. Em sua vida de poeta e seu trabalho junto à Embaixada do Chile e depois como senador, descobriu o poder da poesia como arma. Em suas lutas em defesa da liberdade, sua poesia assume a crítica combativa e um sentimento profundo da condição humana. Seus poemas, porém, são libertários, mas não panfletários. Neruda consagrou-se como “poeta do povo” em virtude da força e do poder de comunhão de sua poesia.
É este aspecto do poeta que se sobressai em suas memórias. O amor aparece em raras passagens. Uma delas, a história do primeiro amor, nascido - não podia ser diferente - por meio da palavra:

Os primeiros amores, os puríssimos, se desenvolveram em cartas enviadas a Blanca Wilson. Esta menina era filha do ferreiro e um dos rapazes, perdido de amor por ela, pediu-me que escrevesse por ele suas cartas amorosas. Não me lembro como seriam estas cartas que foram talvez meus primeiros trabalhos literários, pois, certa vez, ao encontrar-me com a estudante, esta me perguntou se era eu o autor das cartas que seu namorado lhe levava. Não me atrevi a renegar minhas obras e muito perturbado respondi que sim. Então ela me deu um doce de marmelo que, é claro, não quis comer e guardei como um tesouro. Afastado assim meu companheiro do coração da menina, continuei escrevendo intermináveis cartas de amor e recebendo doces de marmelo.

Outra passagem devotada ao amor é o capítulo dedicado a Matilde, esposa de Neruda de 1955 até a morte do poeta, em 1973.

Matilde Urrutia, minha mulher

Minha mulher é da província como eu. Nasceu numa cidade do Sul, Chillán, famosa de maneira feliz por sua cerâmica camponesa e de maneira desgraçada pelos seus terríveis terremotos. Ao falar-lhe,
disse tudo em meus Cem Sonetos de Amor.
Talvez estes versos definam o que ela significa para mim. A terra e a vida nos reuniu.
Ainda que isto não interesse a ninguém, somos felizes. Dividimos nosso tempo comum em longas temporadas na solitária costa do Chile. Não no verão porque o litoral, ressequido pelo sol, mostra-se então amarelo e desértico; mas no inverno sim, quando uma estranha floração se veste com as chuvas e o frio, de verde e amarelo: de azul e purpúreo. Algumas vezes subimos do selvagem e solitário oceano para a trepidante cidade de Santiago, na qual juntos padecemos com a complicada existência dos demais.
Matilde canta com voz poderosa as minhas canções.
Dedico-lhe tudo que escrevo e tudo que tenho. Não é muito mas ela está contente.
Diviso-a agora como afunda os sapatos minúsculos no barro do jardim e depois também afunda suas mãos minúsculas na profundidade da planta. Da terra, com pés e mãos e olhos e voz, trouxe para mim todas as raízes, todas as flores, todos os frutos fragrantes da felicidade.

*


Se não nas memórias, é nos poemas de Neruda que vamos encontrar o poeta do amor.
Cem poemas de amor dedicados à mulher, Matilde Urrutia.
Um amor real, feito de carne e osso, de luz e sombra, de fogo e luta. Um amor do dia e da noite, do pão e do trigo, da chuva e do mar.



Soneto XVII
No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.

Soneto XXV
Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.

Soneto XXIX
Vienes de la pobreza de las casas del Sur,
de las regiones duras con frío y terremoto
que cuando hasta sus dioses rodaron a la muerte
nos dieron la lección de la vida en la greda.
Eres un caballito de greda negra, un beso
de barro oscuro, amor, amapola de greda,
paloma del crepúsculo que voló en los caminos,
alcancía con lágrimas de nuestra pobre infancia.
Muchacha, has conservado tu corazón de pobre,
tus pies de pobre acostumbrados a las piedras,
tu boca que no siempre tuvo pan o delicia.
Eres del pobre Sur, de donde viene mi alma:
en su cielo tu madre sigue lavando ropa
con mi madre. Por eso te escogí, compañera.

Soneto XLIV
Sabrás que no te amo y que te amo
puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio,
el fuego tiene una mitad de frío.
Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito
y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.
Te amo y no te amo como si tuviera
en mis manos las llaves de la dicha
y un incierto destino desdichado.
Mi amor tiene dos vidas para armarte.
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.

Soneto XLVI
De las estrellas que admiré, mojadas
por ríos y rocíos diferentes,
yo no escogí sino la que yo amaba
y desde entonces duermo con la noche.
De la ola, una ola y otra ola,
verde mar, verde frío, rama verde,
yo no escogí sino una sola ola:
la ola indivisible de tu cuerpo.
Todas las gotas, todas las raíces,
todos los hilos de la luz vinieron,
me vinieron a ver tarde o temprano.
Yo quise para mí tu cabellera.
Y de todos los dones de mi patria
sólo escogí tu corazón salvaje.

Soneto LXVI
No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.
Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.
Tal vez consumirá la luz de Enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.
En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

Soneto LXIX
Tal vez no ser es ser sin que tú seas,
sin que vayas cortando el mediodía
como una flor azul, sin que camines
más tarde por la niebla y los ladrillos,
sin esa luz que llevas en la mano
que tal vez otros no verán dorada,
que tal vez nadie supo que crecía
como el origen rojo de la rosa,
sin que seas, en fin, sin que vinieras
brusca, incitante, a conocer mi vida,
ráfaga de rosal, trigo del viento,
y desde entonces soy porque tú eres,
y desde entonces eres, soy y somos,
y por amor seré, serás, seremos.

Soneto LXXXIX
Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.
Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.
Quiero que lo que amo siga vivo
y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,
para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.

*
Para mais Neruda, deixo a indicação do filme O carteiro e o poeta, um belo hino ao amor e à poesia:



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